Son dos manos desnudas, tan desnudas



En toda esa saciedad, urge una desgracia.
Deslizado en sábanas pulcrísimas piensa un infeliz.
En dulces nalgas piensa, sólo esa victoria.
De sus leales blancuras surgen animales sin suerte.
Arrancar un sueño para sí, esa violencia.
Atrapa un insecto. Muy cerca de sus ojos lo lastima.
Le quedan reflejos azules, pedazos de ala.


Laura Klein, A mano alzada, Libros de Tierra Firme, 1986



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