EN EL BOSQUE DE PINOS DE LAS MÁQUINAS




a Ricardo Zelarrayán

Máquinas vastas, máquinas fastuosas, máquinas enamoradas
de su trivial reiteración
cíclicas, lineales o iterativas: igual, indiferentes a la finali-
dad que les reclaman
órganos imantados por una sobrecarga de fines, medios
causas y condiciones que nadie imputaría a la voluntad
sus creadores
ni a la subordinación de los últimos que creyeron en ellas

Sumisión temblorosa a ritos, voluntad sostenida a gritos
voluntad de unas máquinas tenidas por expresión más
alta del amor en un tiempo mecánicamente acariciado
en estos tiempos que pocas veces terminan de vislumbrar
—en sueños— los creadores que las sirven

Máquinas superadas, despojos solitarios que en lo obsoleto
—su modo de morir— recuperan las marcas de su nacimiento

La voluntad de sus agentes
la voluntad de los que crean dispositivos a semejanza
imágenes de su pasión
la voluntad de quienes los operan aguardando un destino
mejor
la voluntad de servir sirviéndose cada cual a su turno del
azar ordenado y el cálculo
la voluntad de la monotonía y de las sucesiones del azar
y el cambio

El cambio
el cambio y su repetición
los reflejos

Hay máquinas pulidas que reflejan la luz deliberadamente
para evocar esa iluminación que no deben referir sus
manuales
empecinadas, opacadas, fresadas, empavonadas, tibias, pa-
vas, apabullantes
máquinas relegadas a contener la ebullición
o a detener el mundo en el instante en que incandece la
materia

Máquinas mudas, que callan o que, encalladas en los bal-
díos que rodeaba el zanjón, parecen a punto de gritar
fósiles demasiado recientes: metas fraguadas en metal
tempranamente desaparecidas

Máquinas irisadas, máquinas de contar y máquinas que
cuentan con tu pasión o que descuentan el tiempo rema-
nente de un juego
juego de los poetas, o de los chicos, o de hombres grandes
que apuestan a números, a caballos numerados o a códi-
gos binarios que representan el resultado de cotejar gru-
pos de once y once hombres parecidos
máquinas de once sílabas medidas
falsa arbitrariedad de la medida de las formas

Máquinas indecisas que nunca se detienen
máquinas divididas que se montan en aniversarios y catástrofes
y devuelven por unos días a la memoria el viejo
tema de la verdad
catequistas, instructores de vuelo, profesores de filosofía
partes del todo remuneradas para atenuar el miedo
colaboradores de la prensa: remunerados para testimoniar
las virtudes del fraude y no se entiende bien qué tipo de
goce vinculado al fraude
colaboradores de Clarín: captados por las cámaras para do-
cumentar una alegría de servir, aggiornatti.


Fogwill. Partes del todo. Sudamericana, 1998



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